A pesar de que los buenos datos del mes de marzo había disparado el optimismo de los mercados ante el comportamiento de la tasa de morosidad de las entidades financieras en España, los nuevos datos del mes de abril, publicados hoy mismo por el Banco de España, han hecho regresar a los bancos y cajas españolas a la cruda realidad.
En total, la tasa de morosidad de las entidades financieras en el mes de abril se situó en el 6,36%, lo que supone el valor más elevado desde 1995, para completar un total de 115.350 millones de euros, 3.839 más que en el mes anterior, que cerró con una tasa de morosidad del 6,11%.
Esta tasa de morosidad tan elevada provoca claras tensiones en los mercados internacionales, y mantendrán el conservadurismo de las entidades financieras a la hora de conceder nuevos préstamos, tanto personales como hipotecarios, ante el elevado riesgo de impago, y, en todo caso, lo harán con un encarecimiento adicional.
Desglosando por entidades financieras, una vez más, las cooperativas de crédito ofrecieron el mejor comportamiento con una tasa de morosidad del 5,69%, seguida de las cajas de ahorros, que cerraron abril con el 6,26%, los bancos, que crecieron hasta el 6,45% y, por último, los establecimientos de crédito y emisión de tarjetas, que lograron mantener su misma tasa de morosidad en el 9,79%.
Como referencia, durante el mes de marzo la tasa de morosidad había quedado en el 5,24%, 5,96%, 6,26% y 9,79%, respectivamente, lo que deja bien a las claras la situación preocupante del sistema financiero español, que no podrá sostener estas tasas durante mucho tiempo.
Y es que, a juicio de todos los analistas, la reducción de la tasa de morosidad es una de las cuestiones fundamentales a abordar por el sistema financiero español, ya que en los índices actuales no podrá, bajo ningún concepto, abordar los retos que la recuperación económica plantea.
En definitiva, se trata de una situación de generación de confianza y de certezas a los mercados internacionales, que mientras se mantenga la tremenda incertidumbre del sector seguirá restringiendo el crédito a las entidades financieras españolas, que se verán en la obligación de recurrir a los mercados minoristas, en lo que se ha venido en llamar la guerra del pasivo.
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