La sociedad de garantía recíproca, Elkargi, ha presentado un informe demoledor sobre la situación del sector financiero español, en lo que se refiere a su capacidad para la concesión de créditos tanto a particulares como a empresas, ya que concluye que estamos viviendo una congelación de los préstamos personales y empresariales casi absoluta.
Según Elkargi, las elevadas tasas de morosidad y la inestabilidad que se entrevé en el horizonte está provocando esta congelación de los préstamos personales y empresariales, ya que ha generado un escenario de aversión al riesgo en el que las entidades financieras no se atreven a arriesgarse en operaciones que no sean 100% seguras.
Y ahí radica precisamente el problema, ya que muchas operaciones de crédito se fundamentan en cierto nivel de riesgo, en el sentido de que se trata de operaciones empresariales que no siempre pueden ser garantizadas desde un principio, lo cuál se está convirtiendo en la pescadilla que se muerde la cola, los bancos y cajas abogan por la congelación de los préstamos personales y empresariales, y los ciudadanos y las empresas se ven abocados a una falta de liquidez extrema y asfixiante.
La única solución para este problema, según Elkargi, pasaría por la inexorable recuperación económica que algunos vaticinan, pero que en los estratos más bajos de la sociedad todavía ni se imagina. Con ella se recuperaría la demanda, la actividad se regeneraría y las tasas de morosidad tenderían a la baja, con lo que la congelación de los préstamos personales y empresariales dejarían de ser una realidad del presente para convertirse en un recuerdo del pasado.
Sin embargo, nada garantiza que esta recuperación económica se encuentre a las puertas temporales, sino que, más bien, parece que se irá alargando indefinidamente en le tiempo, ya que será un proceso lento y progresivo sin grandes saltos económicos.
Lo que sí es evidente, es que con un sistema económico como el que se ha impuesto en todos los países occidentales, la circulación adecuada del crédito es una cuestión fundamental para el buen funcionamiento de la economía en general y para que tanto la industria como el consumo favorezcan su efecto multiplicador.
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