La tasa de morosidad del sistema financiero español en este pasado mes de enero superó ya la barrera del 6%, concretamente 6.1%, una tasa absolutamente insostenible, por el 5.8% con la que cerró el mes de diciembre, por lo que en apenas un mes se ha generado un incremento de 0.3 puntos porcentuales.
Esta tasa de morosidad conlleva un encarecimiento generalizado de todos los productos financieros, especialmente los préstamos, tanto personales como hipotecarios, ya que las entidades financieras tratan de protegerse ante la falta de pago incrementando sus márgenes comerciales.
Si cobran más por sus servicios generarán unos ingresos adicionales con los que podrán cubrir las probables pérdidas por un impago en un momento determinado, el sector financiero se cubre, pero el ciudadano es el que paga las consecuencias con mayores dificultades para acceder al crédito.
Y es que la tasa de morosidad es un valor fundamental para medir la eficiencia del sector financiero, un valor que debe de ser tenido muy en cuenta. Una morosidad que, en España, está siendo generada, en gran medida por el sector inmobiliario, cuyo porcentaje de morosidad se acerca al 14%, lo cuál está arrastrando al resto de la economía.
La cuestión evidente es que hasta que la tasa de morosidad no llegue a valores sostenibles la economía no se podrá recuperar, ya que el flujo crediticio no fluirá de manera adecuada, lo cuál retrasará, indefinidamente, el proceso de recuperación económica y perpetuará la crisis.
El problema es que parte de la morosidad viene marcada por las elevadas tasas de desempleo que condenan a los ciudadanos a no poder hacer frente a sus cuotas hipotecarias, en lo que respecta al sector financiero, y a no poder realizar inversiones inmobiliarias, en lo que se refiere al sector de la construcción.
Por tanto, la morosidad no es un hecho aislado, sino que viene generado por la elevada tasa de desempleo y la subsiguiente falta de ingresos de una gran parte de la ciudadanía española que les impide hacer frente a sus obligaciones o a sus posibilidades de inversión.
Siendo, entonces, necesaria la recuperación del empleo, para que se recupere la morosidad, y a continuación la economía, en general.
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