Durante el pasado mes de junio, y según los datos facilitados por el Banco de España, las entidades financieras concedieron un total de 498 millones de euros en préstamos al consumo, con lo que el saldo total de este tipo de préstamos se situó en los 210.556 millones de euros.
El importe de los nuevos préstamos al consumo concedidos durante el mes de junio supone un descenso del 19,8% con respecto al mismo período del año anterior, mientras que el saldo total mantenido a 30 de junio por las entidades financieras supone, igualmente, una reducción con respecto al año anterior, en este caso del 5,7%.
Una reducción general que los analistas del sector personalizan en el endurecimiento general de los criterios aplicados por las entidades financieras para conceder nuevos créditos, de cualquier tipo, así como por las incertidumbres del futuro más inmediato que hipoteca la previsión de ingresos de los consumidores.
Entonces, nos encontramos con un doble movimiento contractor de los préstamos al consumo. Por un lado, las entidades financieras con menos liquidez y asustadas ante las elevadas tasas de morosidad deciden reducir el volumen de créditos concedidos para proteger sus propios balances, y, por otro lado, los propios ciudadanos, ante las elevadas tasas de desempleo, sin visos de recuperación inmediata, retraen sus intenciones de financiación y de consumo de largo plazo.
Ello está provocando una desviación de las entidades financieras hacia los clientes más solventes, a los que si están ofreciendo préstamos al consumo y de cualquier tipo, ante la seguridad de que son clientes que devolverán sus préstamos sin problemas.
Estos clientes son los que llevan años de trabajo de probada solvencia con la misma entidad financiera y que tienen una alta vinculación con la propia entidad, de manera que no hay riesgo de posible fuga o de insolvencia aunque sea circunstancial. Además, los bancos y cajas españolas se están enfrentando a un escenario en el que se ven obligadas a retener a sus clientes buenos para evitar que se lleven el dinero a la competencia, lo cuál les restaría aún más liquidez y dificultaría que pudieran obtener buenos resultados económicos para sus inversores.
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