Los préstamos personales fueron la gran panacea del mundo financiero durante la burbuja inmobiliaria. Los ciudadanos, con sus préstamos hipotecarios a cuestas, se lanzaban a la caza de préstamos personales con el objetivo de obtener una liquidez que no tenían en esos momentos para seguir así con su vorágine consumista.
Era un juego de suma positiva, ya que ganaban los consumidores que obtenían la liquidez que demandaban, y ganaban las entidades financieras que obtenían unos intereses muy elevados por pequeñas cantidades de dinero y con un riesgo de morosidad, algo mayor que el de los préstamos hipotecarios, pero todavía bajo.
Sin embargo, llegó la crisis y las tasas de morosidad de los préstamos hipotecarios se dispararon y los embargos hipotecarios dejaron de ser la excepción para convertirse en norma, y entonces las entidades financieras se encontraron con multitud de pisos en propiedad sin saber que hacer con ellas, y sin ninguna liquidez para poder sanear sus cuentas.
En esa situación las entidades financieras cerraron el grifo del crédito a cal y canto hasta que ellas mismas se salvaran. En estos momentos parece que las grandes cifras macroeconómicas denotan cierta recuperación en todos los sectores económicos, lo cuál llevaría a pensar que los bancos y cajas podrían empezar a abrir el grifo de los préstamos personales y así dinamizar algo la economía.
Pero las últimas decisiones del Banco Central Europeo, y, por tanto, del Banco de España, encaminadas a asegurar la supervivencia de las entidades financieras en época de crisis, están condenando la concesión de préstamos personales, a base de restricciones por aquí y por allí.
En esa situación las entidades financieras se ven en la tesitura de tener que incrementar sus comisiones en los préstamos personales, haciendo crecer de manera importante los costes de éstos a los consumidores, compensando, en parte, las restricciones que ellas mismas sufren por parte del Banco Central Europeo.
Como siempre, los grandes perjudicados de estos movimientos financieros son los consumidores, que se encuentran en una situación en la que pocos pueden acceder a préstamos personales y los que lo pueden hacer tienen que hacer frente a costes más elevados.
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