En momentos de dificultad extrema a la hora de afrontar determinados pagos, muchas personas acuden a los préstamos personales gracias a su rapidez y a la comodidad para obtener liquidez rápida sin tener que dar muchas explicaciones al respecto.
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce, y antes de caer en un préstamo personal para pagar otras deudas, es conveniente conocer los peligros que este tipo de préstamos conllevan:
1. Excesivo tipo de interés: Pocos usuarios de este tipo de préstamos conocen el tipo de interés que realmente tendrán que pagar, cegados como están por la rapidez con la que reciben el dinero. Hay que revisar con detenimiento los contratos que se firman, porque más de una entidad financiera cobra por encima del 25% TAE por este tipo de créditos, muy por encima de los bancos o cajas reguladas, que rondan el 8-10% de TIN.
2. Gastos adicionales: Este tipo de gastos sólo aparecen una vez que no hay marcha atrás, una vez que el cliente ya ha firmado el contrato comienza a conocer los gastos que conlleva la concesión de un préstamo personal, como pueden ser, por ejemplo, las comisiones de estudio, o comisiones de cualquier tipo.
3. Fraudes: Los timos y fraudes relacionados con los préstamos personales están a la orden del día, ya que los estafadores se aprovechan del estado de necesidad del cliente para ofrecerle dinero rápido y fácil. El más habitual hoy en día es el que se realiza a través de Internet, ofreciendo un préstamo a un tipo de interés muy ventajoso, a cambio de que el cliente envíe una cantidad de dinero previa para hacer frente a determinados gastos de gestión. Evidentemente, ese dinero desaparece y el préstamo nunca llega.
Son tres cuestiones básicas que hay que tener en cuenta antes de decidirse a firmar un contrato de préstamo personal, aunque la principal cuestión es leer con detalle todas las cláusulas redactadas, para evitar fraudes o condiciones de devolución abusivas.
En definitiva, los préstamos personales cubren una necesidad de la sociedad, y en ese sentido son buenos, pero deben de ser tratados con mucha cautela por los clientes que los contratan, especialmente si lo hacen con entidades financieras no habituales.
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